Pasamos aproximadamente un 90% de nuestro tiempo respirando en ambientes interiores: viviendas particulares, edificios de oficinas, colegios, hospitales, restaurantes, centros de ocio, etc. La concentración de contaminantes en estos espacios es igual o superior a la que nos encontramos en el aire exterior*.
A diario y sin saberlo, estamos en contacto con numerosas sustancias nocivas que de forma invisible se encuentran presentes en el interior de nuestros edificios:
- En forma de gas: formaldehido, benceno, naftaleno, óxido nitroso, monóxido de carbono, amoníaco, etc.
- Partículas respirables: polvo, humo de tabaco, combustión de estufas y chimeneas, etc.
- Contaminantes biológicos: hongos, mohos, virus, esporas, bacterias, etc.
Las estancias prolongadas en este tipo de ambientes pueden provocar síntomas no deseables a corto y medio plazo en nuestra salud:
- Hipersensibilidad
- Asma
- Reacciones alérgicas
- Irritación ocular y cutánea